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El Minuto

En el mundo suceden un centenar de acontecimientos negativos que compiten en un baremo y que rivalizan en importancia a cada minuto de existencia. Así en el mismo minuto podrían estar ocurriendo un gran número de graves acontecimientos entre los que uno de ellos será el ganador en sustancia de ese minuto. Es quizás un poco aventurado decirlo pero creo estar ganando el gran premio de este minuto.

Espero no ser exagerado con este comentario pero no creo que alguien pueda competir conmigo en lo que a compadecimiento se refiere. Y es que es cuando no te puede ir peor, cuando todo el mundo te deja solo. Cuando eres consciente de que tus amigos no están ahí experimentas una sensación de vacío espiritual que no se puede explicar con palabras: tus compañeros de trabajo, con los que tantas veces has bebido y organizado alguna barbacoa, han desaparecido corriendo, e incluso la gente que prometía ser interesante en un futuro se esfuma a toda velocidad. Es entonces, y sólo entonces, cuando el insoportable rumor del silencio te hace estremecer y un escalofrío recorre sin demora todas y cada una de las partes de tu cuerpo. Y es que la soledad es terrible por muchas razones y de entre ellas una de la que algunos huimos como fugitivos: te hace pensar.

Mi historia con mi padre fue un tanto peculiar. Con la escasa edad de doce años experimenté una extraña sensación. Mi padre trabajaba en una agencia de seguros en la que los viajes se le hacían terriblemente frecuentes. Fue esa la causa por la que empecé a sentirme desplazado. La falta de un padre me hizo desarrollar una política de intolerancia hacia esta situación. Esto producía una mezcla de sentimientos que se me mostraban severamente contradictorios; esperaba el momento en que volviera, pero trataba de hacerle ver que me alejaba de él, supongo que como castigo para mostrarle todo lo que, para la mente de un crío, me había ignorado. Él pensaba que yo le odiaba y yo me sentía victorioso cuando esto le rondaba la cabeza, pero culpable hasta la saciedad minutos después. No era lo que realmente quería que ocurriese por lo que un día pensé en hablar con él, necesitaba decírselo y esperaba cada día que faltaba a que volviera de su último viaje. Pero no lo hizo. Recuerdo a mi madre llorando en la cocina con un teléfono apretado contra el pecho. Mi padre murió en un accidente de tráfico en el que no tuvo culpa alguna. Seguramente nadie recuerde ya ese accidente pero yo sí.
Creo haber sacado algo en claro, después de esta reflexión visitaré a mi padre en su santo sepulcro y le explicaré lo que nunca pude. Si, es lo que haré, se lo merece, él lo querría así.
En la Universidad fue distinto. Recuerdo el último curso. Conocí por esos entonces a una chica llamada Marla, todo ocurrió por un fallo en el número de las taquillas, algo alto curioso. A raíz de esto se forjó una hermosa amistad y con el tiempo la posibilidad de algo más. Me viene a la mente el baile de fin de curso. Era una noche lluviosa y nuestras vidas se separarían en el momento en que terminase el último año, su ciudad se encontraba a más de 400 Km de la mía. Estaba lloviendo, me recuerdo mirándome a un espejo vestido con el traje de chaqueta blanco y unos pantalones negros. Tendría unos veintitantos años y me ponía bien ese flequillo que siempre acababa molestando tarde o temprano. Ella debía de estar ya en la fiesta esperándome según me decía el reloj de la pared. La voz le titubeó por teléfono cuando le dije que no podría recogerla. Un extraño aura de tristeza marcaba nuestras voces cuando nos despedimos y colgué el auricular. No supe que hacer y pensé que quizás el verla en esa fiesta lo haría todo más doloroso. No quería que me viese débil, cosas de enamorados.
Nunca fui a la fiesta y ella me esperó hasta que salió el último. Desde entonces nuestras vidas se separaron y no nos vimos más. He pensado muchas veces en contactar con ella y hablar. Explicarle todo, saber de ella, tomarme una taza de café y comentarle que jamás me olvidé de aquello.
Pues lo tengo decidido, voy a hablar con ella, la llamaré. Daré ese paso que tanto me ha costado. Estoy seguro. Tengo que llamarla no puedo esperar más tiempo.

Es increíble, en esta soledad puedo pensar tantas cosas... Quizás esto parezca una tontería pero siempre he querido tener un Chrysler. Es un modelo de coche considerado una joya por los que entienden de autos. Poder pasear por la ciudad con un Chrysler rojo descapotable es algo que siempre ha llenado esas extrañas horas de fantasías que acontecen antes de hacer un viaje por los sueños. Le prometí a un compañero de trabajo que lo compraría algún día, y ¿ por qué no hacerlo? La vida dura un pestañear. Debo comprar ese coche para sentirme realizado y poder así ver cumplida la más fiel de mis fantasías con los treintaiseis años que tengo ahora. Es definitivo, compraré ese coche.

Pues bien, aquí estoy. Mis amigos y compañeros no están. Tengo la impresión de que no hay nadie a menos de 300 metros y me siento extremadamente solo. Sé que sólo importo yo y el papel que desempeño en este minuto en el que yo puedo ser el campeón mundial. Este minuto. Un minuto que dura una eternidad, que no tiene fin pero que sin embargo avanza. No es la primera vez que me encuentro en esta situación, pero siempre pienso en todo esto, lo pienso en cuestión de instantes. Ya solo quedan segundos, se acaba mi minuto, el que puede hacerme el fatídico campeón en este momento de esa telaraña que forman los acontecimientos actuales. Siempre la misma pregunta. Siempre ocurre lo mismo, el mismo suspiro que puede ser el último, la misma gota de sudor y la misma sensación de garganta seca. Es la pregunta que atormenta mi ser en este momento como si fuera el último:
- ¿El cable rojo o el azul?
Solo quedan 9 segundos y todos están fuera. Estoy solo. Tengo que hacerlo.
-OCHO
Creo que era el rojo. Lo siento, papá, yo te quería pero no me dio tiempo.
-SIETE
Tienes q estar seguro. Están apartando a la gente. Mis amigos están haciendo su trabajo, yo sólo hago el mío.
-SEIS (gota de sudor)
Recuerda la instrucción, estos artefactos cambian con el tiempo, busca la conexión es sólo eso, busca la conexión.
-CINCO
Llamaré a Marla, llamaré a Marla...
-CUATRO
Maldita sea ¡odio Nueva York! Eres un buen artificiero, eres un buen artificiero...Maldita sea, eres el mejor....
-TRES (Garganta seca)
Es el Rojo seguro, como mi Chrysler, oh dios, mi precioso Chrysler...
-DOS
-UNO (suspiro)

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